En ocasiones los embarazos acaban de manera imprevista: interrupciones involuntarias, abortos, etc. Normalmente en estos casos el útero expulsa de forma natural y espontánea todo el embrión. Otras veces no ocurre así y, por otros motivos, el útero no acaba de eliminar los restos de placenta. Cuando esto sucede, hay que practicar lo que se llama “legrado”, una intervención médica que también se lleva a cabo cuando se produce una importante hemorragia de las vías genitales. Mediante el legrado se puede entender, explicar y curar la patología en cuestión. Aunque a veces se vive como algo traumatizante, en realidad es mucho menos doloroso de lo que lo fue en un pasado. La operación se realiza con anestesia general, la practica un ginecólogo y dura un cuarto de hora. Es cierto que tanto psicológica como físicamente no es una intervención agradable, pero no hay razón para preocuparse. Además, el riesgo de sufrir complicaciones postoperatorias es mínimo.
En otras épocas se realizaba con la ayuda de una especie de cuchara con un gran mango y una lámina curvada, con forma de cúpula, con la que se accedía al útero y se rascaban las paredes. Hoy en día, sin embargo, el raspado se practica mediante un sistema de aspiración gracias a una cánula. La “cuchara” sólo se utiliza al final de procedimiento para frotar un poco las paredes uterinas y verificar que en el útero no quedan restos. Al contrario que la “cuchara”, la aspiración no provoca daños ni lesiones y tampoco deja mucosas en el útero. Ya no es una intervención complicada de llevar a cabo, requiere anestesia general y sólo exige un ingreso diurno. Además, apenas dura un cuarto de hora. Tanto si se practica con “cuchara” como con cánula, el cirujano puede provocar la dilatación del cuello uterino si éste se presenta demasiado cerrado. La operación requiere sólo una semana de reposo para recuperar las fuerzas.
¿Por qué se practica?
Son muchas las razones, entre ellas que el embarazo no llegue a su fin y, por un motivo u otro, la totalidad del contenido del útero no se expulse de de manera natural. También se practica tras una interrupción, un aborto, un embarazo sin embrión, etc., o cuando el útero presenta algún problema o malformación. En estos casos el raspado permite comprender mejor la naturaleza del problema y facilita la curación.
¿Es el raspado una intervención dolorosa?
A menudo el dolor que produce un raspado es psicológico, es decir, cualquier embarazo interrumpido de forma prematura se convierte en una situación difícil de superar. Sufrir un aborto nunca es fácil. También es cierto que se puede sentir algo de dolor físico, pero gracias a la anestesia, lo poco que podamos sentir no tiene nada que ver con lo que se sufría en épocas pasada. Así que no vale la pena preocuparse cuando nuestras amigas nos cuenten sus experiencias: no todas las mujeres soportan igual un mismo dolor.
¿Y tras la intervención…?
Al contrario de lo que sucede con otras operaciones, el riesgo de sentir molestias postoperatorias es mínimo. Siempre se puede sentir algo (más que soportable) o sufrir pérdidas durante algunos días. Estos dolores que se sufren unas pocas horas después de la operación suelen compararse a los menstruales.En caso de sangrados abundantes y prolongados, o de dolores intensos, no dudes en volver a visitar al ginecólogo. Tras un período de dos ciclos (el tiempo que el útero tarda en reconstituirse) puedes intentar quedarte embarazada de nuevo.